lunes, 2 de septiembre de 2013

SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 58 – Septiembre de 2013 – Año IV
ISSN 2250-5385
Inscripción gratuita como LECTOR
si escribe a  zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).

Sumario:
• Elena Liliana POPESCU (Rumania)
Gonzalo SALESKY LASCANO (Argentina)
Josué BARRÓN ALOR (Perú)
• Rosana RUFINER (Argentina)
Pedro MERINO (Cuba)
Francisco ATENCIA GÓMEZ (Colombia)
Gema BOCARDO CLAVIJO (España)
Lilia HERNÁNDEZ VERGARA (Chile – Argentina)
Santiago SEVILLA VALLEJO (España)
Rui CAVERTA (México)


ELENA LILIANA POPESCU

(20 de julio de 1948, Turnu Mãgurele, Rumania). Poeta, traductora, editora. Doctora en Matemáticas por la Universidad de Bucarest, de la que actualmente es profesora. Pertenece a la Unión de Escritores de Rumania. Tiene publicados más de treinta libros de poesía y traducciones del inglés, francés y español, publicados en Rumania y en el extranjero. Entre sus libros podemos citar: Tie (A Ti, 1994); Cant de Iubire - Song of Love (Canto de Amor, 1999); Peregrino (España, 2004); Himno a la Existencia (México, 2006), 愛之頌 (versión chino de Canto de Amor, Taiwán, 2006; segunda edición bilingüe inglés y chino, Taiwán, 2010); Poeme (edición bilingüe rumano y urdu, Pakistán, 2008); Peregrino (Brasil, 2009); Dacã (el poema Dacã en rumano y  42 versiones en idiomas distintos, 2009); Song of Love - 愛之頌 (Taiwán, 2010), versión bilingüe, inglés y chino, en inglés por Adrian George Sahlean; en chino por el poeta Lee Kuei-shien; Hymn to Life (Taiwán, 2011), versión chino por Lee Kuei-shien; Além do azul, Dincolo de azur, con Luciano Maia (Brasil, 2012). Ha publicado el libro póstumo de su padre, el poeta y piloto George Ioana, Vuelo. Sueño y destino (1999) y el libro El Hombre.  • el Matemático • el Mentor Nicolae Popescu, dedicado in memoriam a su marido, académico rumano (Editorial de la Universidad Bucarest, 2011).
Premios y distinciones: Diploma y mención de honor en el Festival de Poesía de la Uzdin (Serbia), en 1997, Primer Premio en el Festival de Poesía “Novalis”, en Munich, Alemania, en 1998, Diploma y mención en el X Certamen de Poesía “Leonardo Cercós”, Palma de Mallorca (España, 2007), Diploma de reconocimiento y merito, otorgada de Embajada de España en Bucarest, Rumanía (2011). Sus poemas traducidos al inglés, español, francés, italiano, portugués, chino, serbo-croata, urdu, albanés, catalán, y latino, han sido publicados en varias antologías y revistas impresas y de Internet, tanto en Rumania como en el exterior (Alemania, Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, EE.UU., El Salvador, Italia, España, Hungría, México, Nicaragua, Puerto Rico, Serbia, Taiwán, Turquía, Uruguay). Ha traducido al rumano de la obra de más de noventa autores clásicos y contemporáneos, poetas y narradores.
Se puede visitar su página Web personal en:


¿QUÉ PUEDE SIGNIFICAR?
Elena Liliana Popescu ©

¿Qué puede significar aquel desierto
que riegan incesantemente sólo las lágrimas,
volviéndolo cada vez más árido?

¿Qué puede significar aquella profundidad
que te obstinas a tocar,
cuando todas las esperanzas han muerto?

¿Qué puede significar aquella tristeza
que llevas contigo en la noche
que piensas que nunca acabará?

¿Qué puede significar esa tranquilidad
que estás experimentando de improviso
sin nombre, sin forma sin ti?...


LO CERCA QUE ESTABAS...
Elena Liliana Popescu ©

La vida te enseña en cada momento y tú evitas la respuesta
a las preguntas más sencillas, pero pagas siempre
la indiferencia con sufrimientos, casi insoportables,
y buscas al culpable, siempre en otra parte,
alargando la agonía del egoísmo idolatrado.

Te niegas a creer que se te ofrece todo y no quieres
alegrarte, persiguiendo quimera tras quimera
de un día a otro, de un pensamiento a otro,
de una vida a otra, de un universo a otro,
de un misterio a otro, hasta lo infinito.

Dejaste una vez más que se perdiera en la nada
el instante que pudieras mirarte, el único espejo
que te muestra tal como eres, y preferiste
a los que distorsionan, para engañarte
una vez más y seguir deambulando por el laberinto...

Te fascinan los colores, y también la sombra,
la búsqueda se vuelve cada vez más fatigosa,
seducida por el hechizo de los matices ignotos
de las refinadas mixturas del bien y el mal, nuevamente
encorsetada en el espasmo, las nuevas sensaciones.

Me buscaste, sin saberlo, en todo pensamiento peregrino,
con la desesperación de aquel que nunca vio
de dónde brotaban el perdón, la luz, el amor,
llevando viva su herida del alma, sin curar,
por las contorsionadas galaxias espaciales y temporales.

¡Ay, cuánta tristeza hay en el mundo!, te dijiste tantas veces,
continuando lo que parecía ser tu dura vida,
sin querer renunciar a ninguno de los pensamientos
que te arrojaron a la vorágine de los hechos amargos:
quisiste sólo seguir viviendo igual que antes...

Te extraviaste correteando por los intrincados vericuetos
de la desesperación, alimentando tus pesadillas
con imágenes enfermas, o anhelando a más,
a algo mejor, sin saber lo cerca que estabas
de todo lo que fue y sigue siendo desde siempre tuyo.


LA VIDA...
Elena Liliana Popescu ©

La vida, insumisa a las leyes humanas,
imperfecciones abrigadas por palabras,
incapaces de vivir el fantástico
juego de la estación desconocida...

Ay, hijo, nunca te dije
que el tiempo es el temido brujo
sólo para quien se olvida de su cuna,
el país arcano, el alma, la vida, el ser.

Para el que se debate en la red tendida
con arte y encanto por doquiera a su alrededor
y contempla con ojos turbados el paisaje
seductor de los jardines plasmados por él mismo.

Ve lo que el pasajero dueño
le trae a sabiendas ante sus ojos
y oye lo que puede escuchar el oído
embelesado por los sonidos modelados.

Con la maestría del que sabe manipular
los segundos, las horas, los años y las eras,
fuerza ensombrecida sólo por la impotencia
de conservar un único y misterioso instante.

En el que puedes vivir plenamente la libertad,
cuando la fuerza abandona inesperadamente
al caudillo de los brujos del mundo de ensueño,
y podrías despertarte como por obra de un milagro.

Traducido por Dan Munteanu Colán.



GONZALO SALESKY LASCANO

Nació en Córdoba en 1978. Ha publicado los siguientes libros: "2011" (poemas y cuentos, 2009), "Presagio de luz" (poemas, 2010), "Ataraxia" (SE Ediciones 2011, cuentos y poemas), y participado de la antología “Cuentos por correo” (Ediciones Osiris, España 2012).
Ha sido distinguido en poesía y narrativa, tanto en el orden nacional como en el internacional en diversos certámenes entre 2009 y 2012 con once primeros premios, tres segundos premios, dos terceros, un cuarto y un quinto, así como con veintiuna menciones, cinco selecciones, un accésit y veintidós posiciones de finalista. 


MEMORIA
(del libro Cuentos por correo)
Gonzalo Salesky Lascano ©

En el año número tres de la era robótica, uno más uno siempre es igual a dos. Nada falla. Nada hace recordar el fracaso y la extinción de los antiguos habitantes de la Tierra. Salvo el desierto que avanza, implacable, contra las pocas ciudades que quedan en pie.
En la rígidoteca, cada mañana a las siete y quince, el modelo LGT-32 se enciende a sí mismo. Tarda cincuenta segundos en activar todos sus circuitos y retomar su actividad. Siempre comienza a partir de la tarea del androide que lo precede en el turno de la noche, LGT-33. Los dos robots se dedican a analizar, byte por byte, la historia de los seres humanos, almacenada en los discos rígidos de cada computadora personal o dispositivo móvil del planeta.
Hace meses que los dos buscan la Causa. Para ello revisan, de principio a fin, cada archivo de texto generado por los hombres en sus últimos cincuenta años de existencia. Desde los más antiguos TXT, RTF, DOC, XLS, MDB, hasta los últimos archivos monocordes de extensión MCD.
Tarde o temprano, uno de los dos descubrirá alguna pista, algún indicio sobre lo que precipitó la gran catástrofe del año humano 2018, el año cero de la nueva era.
El día treinta y seis del mes ocho, LGT-32 trabaja más rápido que de costumbre. Gira su cabeza hacia la ventana. Un gran desierto se extiende a tres millas-móviles de allí. Las autoridades han decidido ganar terreno al gigante de arena, pero por ahora no lo logran.
Frente a esa imagen, comienza a preguntarse cuál es la siguiente tarea para llevar a cabo. Sabe que debe haber algo más allá, además de lo asignado. Procesa nuevas ideas. Observa.
No... No se trata de un plan respecto al futuro. Tampoco es algo referido al pasado. Es... es... no sabe cómo nombrarlo. No es una orden impuesta por El Programador. Ni proviene del ambiente.
Hay algo dentro de él, en algún circuito oculto, que lo está impulsando a saber un poco más. A mejorar en su comprensión del entorno.
Busca en los archivos DOC revisados esa mañana-tarde para encontrar alguna situación similar, experimentada por otra entidad distinta a él.
P – A – R – A – Q – U – É – ¿ - ? – P – A – R – A – Q – U – É – ¿ - ?
¿Para qué continuar este trabajo?
¿Qué objeto tiene? ¿Qué fin? ¿Qué meta?
Eso quiere entender. Eso quiere saber. Aún no tiene respuesta.
¿Para qué seguir buscando la Causa?

En la siguiente tarde-noche lunar, cuando LGT-33 entra a reemplazarlo, LGT-32 decide seguir con su tarea. Continúa preguntándose por qué, para qué, y sin encontrar nada todavía, analiza por un par de horas más los archivos de la rígidoteca.
Por primera vez, ha percibido en él lo que los humanos solían llamar necesidad.
Yo necesito, tú necesitas, él necesita.
Yo necesito.
LGT-32 necesita. Ésa es la palabra. Él necesita saber un poco más. No entiende por qué. No entiende para qué. Pero espera que pronto se revele lo que tiene que descubrir y averiguar por sí mismo.
Su compañero de trabajo no entiende. No necesita. Tampoco sabe qué fuente de energía interna o externa mueve a LGT-32 a seguir conectado a la interfaz de datos durante más tiempo del estipulado por El Programador.
LGT-33 sigue haciendo su trabajo, avanza a paso lento, revisa dos veces cada una de sus tareas. Está preparado para no fallar. Por eso nunca falla y al terminar su horario, ha cumplido con los objetivos fijados.
Al día siguiente, vuelve a trabajar a la misma velocidad, como lo ha hecho en los últimos tiempos. Y advierte que LGT-32 sólo se ha detenido dos horas en lugar de las doce preestablecidas. Sus módulos de batería están a la vista y aún así, continúa en su frenético accionar, como en la jornada anterior.
Sin sospechar nada, sin notar que hay algo fuera de lo común, LGT-33 vuelve a su celda de descanso, terminado su turno, y desconecta su equipamiento eléctrico.

LGT-32 puede trabajar simultáneamente con diez mil discos, en cada hora de funcionamiento. Por día llega a examinar ciento veinte mil.
Sin embargo, ahora está introduciendo en sus paneles más datos de los que puede retener. Mucho más de lo que puede manejar. Necesita, lo necesita. Es algo más fuerte que él. ¿Qué lo está impulsando?
Existe una palabra... ¿deseo?
Yo deseo, tú deseas, él desea...
Yo deseo.
Él desea acaparar, acumular datos, bytes, archivos. Quiere, necesita. Desea.
Por un momento se detiene. A ese ritmo, entiende que su memoria se llenará antes de lo pautado. Calcula cuánto tiempo falta para eso. Treinta y cuatro días solares más y su procesador no tendrá la capacidad de trabajar con tanta información.
Entonces piensa, entonces intuye... debe encontrar otra manera.
Tendrá que actualizarse. Tendrá que contar con más módulos de memoria inteligente. Para encontrar el cómo y el por qué.
En las horas siguientes se encargará de eso. Está seguro.

A la madrugada, LGT-33 vuelve a su celda después de otra infructuosa jornada de búsqueda, con la parsimonia habitual. Apenas ingresa a su lugar de descanso, percibe que en el extremo superior de su cabeza el modelo LGT-32 está conectando su interfaz motora. No entiende lo que sucede. El contacto entre los dos robots dura sólo unos segundos y luego, LGT-32 se retira.
Inserto en él, un nuevo módulo de memoria inteligente en sus paneles. Un módulo que hasta hace minutos pertenecía a LGT-33.

LGT-32 teclea. Necesita teclear. Muchas palabras de la especie extinta que retumban en sus circuitos y se repiten aleatoriamente. Palabras que no entiende. Que nunca ha usado y quizá jamás va a usar. Pero necesita teclear, escribir. Necesita verlas, todas juntas, volando en su pantalla transparente.
Quiere encadenarlas, jugar con ellas, mezclarlas hasta encontrar algún significado oculto, probar sus sonidos. Las vocaliza, las observa. Las deletrea. Sabe que ésa era la manera humana de aprender.
Trata de separarlas de su contexto original. De agruparlas según su sonido. Ensaya, intuye… escribe. Luego borra. Vuelve a escribirlas. Se siente ansioso al ver los resultados y las millones de combinaciones que puede formar, que puede teclear, que puede crear.
Yo creo, tú creas, él crea…
Yo creo.

LGT-32 sabe. Ahora sabe. Necesita. Sabe lo que necesita. Se lo ha quitado a LGT-33. Por eso cuenta con más memoria en sus circuitos. Eso es lo que requiere para su tarea.
Hoy pudo extraer sólo un pequeño módulo. Si cada día quita uno de ellos LGT-33 no lo notará. Pero aún así... él necesita ahora. Esperará hasta el turno siguiente de descanso para continuar. También deberá conseguir más fuentes de energía. Lo hará mañana.
Mañana. Mañana...

Mientras tanto, el trabajo en la rígidoteca sigue avanzando. El Androide-Programador retira cada día las unidades de almacenamiento que han sido analizadas, para su posterior destrucción.
Él no sabe. No sospecha nada. No se da cuenta de lo que LGT-32 está planeando.

Ocho minutos humanos antes de comenzar su turno, LGT-32 se acerca a la lámina metálica de diez metros cuadrados que está en la sala principal del edificio. Se transmite a sí mismo la imagen que perciben sus sensores. Se ve reflejado allí. Se descubre.
Se pregunta para qué los humanos construían semejante cantidad de... ¿qué nombre tienen?
E – S – P – E – J – O – S. Espejos.
Ellos los usaban. Ellos se percibían allí.
Un archivo revisado unos seis meses atrás volvió en ese instante a sus circuitos principales. En él se explicaba el procedimiento de fabricación de un espejo.
¿Para qué hacían tantos espejos?
¿Qué objeto tienen? ¿Qué fin? ¿Qué meta?

Cada día, LGT-33 disminuye su ritmo de trabajo. En las estadísticas nota que su producción ha bajado. Decide chequear su reserva de energía pero no es capaz de hacerlo. Algo le pasa. No puede movilizarse normalmente. Por la noche, su batería no logra recargarse el tiempo que él requiere.
Algo sucede. No sabe qué. No lo entiende. Comienza a buscar en su diccionario humano alguna palabra que describa mejor su situación. Debería comunicar esta falla. Seguramente podrán ayudarlo. Antes de que sea tarde para una reparación. Antes de que lo apaguen. Antes de que la luna salga y...
N – E – C – E – S – I – T – A – R.
Yo necesito, tú necesitas, él necesita.
Yo necesito.
Necesita algo. Necesita recuperar energía. Volver a su nivel de memoria. Pero no puede.
Algo pasa. Algo malo sucede.
Algo. Algo...
En cambio, LGT-32 casi duplica sus horas de trabajo. El Programador es incapaz de advertirlo, ya que LGT-32 también está quitándole, uno a uno, todos sus paneles de memoria.
LGT-32 necesita más. Mucho más. Tanta inteligencia, tanta capacidad de almacenamiento y procesamiento... ahora sabe, ahora puede. Ahora sabe que puede, ahora es capaz de descubrirlo.
Entiende que no sólo debe analizar letras y números. Hay algo más que eso entre Todo Lo Humano. ¿En qué otros archivos, podrá encontrar algo distinto?
Finalmente, en un disco duro de 0,16 x 104 PB lo hace. Allí descubre, por primera vez, otro reflejo de la antigua civilización.
¿Cómo había pasado tanto tiempo y no se había dado cuenta de eso?

Existe una palabra para aquello. Una palabra humana. Bela, bele, beli...
Busca. Nombra. La encuentra.
B – E – L – L – E – Z – A. Belleza.
¿Sería eso lo que pasaba por el centro de almacenamiento de los hombres cuando percibían los archivos JPG?
Por un instante dejó de procesar formatos DOC, XLS, MDB, PDF, EXE...
Sí, JPG. Eso es. JPG condensa todo. Lo muestra tal como había sido. Tal como fue antes de la catástrofe, antes de la extinción.
Miles y miles de JPG, una por una... Ésa será su tarea. Ahora lo sabe. Podrá conocer cómo era la Tierra, cómo se veía antes de los desiertos. Quizá alguna vez lo había leído, pero hoy… hoy se siente capaz de entender, capaz de comprender, capaz de incorporarlo a sus circuitos de manera permanente.
Un JPG vale más... vale más que...

Nada lo distrae ahora. Ni siquiera el viento y la arena que siguen avanzando contra el edificio de la rígidoteca. LGT-32 cambia su patrón de búsqueda y comienza a observar en cada pantalla solamente archivos JPG.
Seis, siete, ocho millones de imágenes pasan cada hora frente a él. Con ellos, el espejo de los recuerdos y sentimientos de la raza extinta. Su historia, paso a paso. Los rincones más lejanos del globo. Los paisajes, plantas y animales desaparecidos. La sonrisa de hombres, mujeres y niños. Sus sueños y sus miedos. Sus fracasos…
LGT-32 sabe que ahora necesita más espacio. Quiere almacenar, quiere guardar todo. Lo necesita. Desea ver JPG las veinticuatro horas de cada día solar, aunque no pueda estar conectado a las pantallas retráctiles. Para ello, busca en las bases de datos cómo hacían los humanos para extraerlas de allí.
Busca. Busca. Necesita encontrar alguna forma.
Aparentemente, en la década actual no quedan máquinas que permitan reproducir o copiar JPG en planchas de color blanco...
¿Qué nombre tenían? ¿Celulosa?
Hay una antigua palabra que designaba eso. P – A – P – E – L. Papel, eso es.
¿Cómo podrá sacarlas de la pantalla y enviarlas al papel?
No hay nada. Aún no hay nada.
Por ahora. Sólo por ahora.

El día cuarenta del mes ocho, LGT-32 quita el último módulo de memoria inteligente del Programador y lo inserta en una de sus pocas ranuras disponibles. Está llegando a su límite. Tiene que encontrar la manera de sacar fuera de las pantallas tanto... tantas... tanta belleza. Con los refuerzos que obtuvo de los otros dos androides, sabe que ahora es capaz de fabricar algún dispositivo.
De a ratos se siente en un laberinto sin salida.
Mas ya pensaría en algo.



JOSUÉ BARRÓN ALOR

Bachiller en Lingüística y Literatura por la Pontífice Universidad Católica del Perú. Licenciado en Educación especialidad de Lengua, comunicación e idioma ingles por la Universidad José Faustino Sánchez Carrión. Post grado en Literatura peruana y Latinoamérica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado el libro de poesía “La obscuridad del bosque” (2008). Sus poemas han aparecido en diversos medios como La revista de la Universidad mayor de San Marcos “Telúrica y magnética” (2009), “Escritores de la región Lima provincias” (2011) y “Personajes de la región Lima (2012)”. Ha formado parte de la antología del libro “Rito verbal - Muestra de la poesía peruana del 2000 - 2010. Administra el blog literario “Butaca literaria” que fue premiado en el 2011 por la fundación Telefónica como el mejor blog de literatura del país. En 2012 ocupó el tercer lugar en el Concurso nacional Horacio de la Derrama magisterial en la sección de poesía.


LA ESPERA
Josué Barrón Alor ©

Valiéndose de la teoría del psicólogo social Stanley Milgram, Ulises Santamaría escribió una carta, testimonio que seguía con vida, a Penélope Encarnación. Luego seleccionó cincuenta personas de la isla de Calipso a las que entregó misivas fotocopiadas para un único destinatario: su mujer. El mensaje solo puede ser entregado a mi mujer o a otro conocido que cumpla con el objetivo encomendado –le remarcó a cada una de las personas–.
A los once años de la partida de su esposo, Penélope Encarnación recibió dos cartas de su marido. Ese día Penélope empezó a tejer.


MUNDOS POSIBLES
Josué Barrón Alor ©

Ella descubrió que le había insertado en su cuerpo aquel chip que modificaba todos sus recuerdos. Él le explicó que era la única manera de salvar su amor: vivir en un mundo posible donde te podía hacer creer que siempre me habías amado.


MUNDOS PARALELOS
Josué Barrón Alor ©

Ingresé a los mundos paralelos. Esta vez a uno diferente donde no me encontré. Entonces pronostiqué mi muerte en dieciocho segundos.


LA VIDA ETERNA
Josué Barrón Alor ©

Si el tiempo es lineal podemos afirmar dos cosas: existe un inicio y un final o no existe. Cualquiera de las dos alternativas no alterará la aseveración que los hechos no se repiten. Esto concluye que el tiempo tiene tres proyecciones: pretérito, presente y futuro. Pero ante esta aseveración deductiva tenemos que dilucidar que el futuro no existe porque es una lógica matemática de una proyección del presente: una secuencia infinita e inconcreta de lo que podría ser. Tampoco podemos aseverar la existencia del presente porque es un devenir de hechos imperceptibles. La única manera de saber que algo ha sucedido objetivamente es por el tiempo pretérito. Sin él no tendríamos argumentos para justificar que existimos.
Por otro lado, el tiempo para que sea tiempo tiene que suceder en un espacio. Si el tiempo se detuviera no habría hechos ni el concepto esencial que es una proyección infinita. Se anularía toda idea de existencia.
Entonces qué es la vida eterna, le preguntó el novato estudiante. Un pause prolongado que hacemos al DVD.


FIN
Josué Barrón Alor ©

3.0
Todo había acabado. Un hombre solo en su habitación mira la televisión, en una mano tiene una bolsa de papas fritas y en la otra una botella de cerveza. Entonces alguien llamó a la puerta.

2.0
Todo había acabado. Era el único hombre en la tierra. Entonces escuchó que desde la habitación el televisor repetía un comercial cotidiano. Tomó la decisión de tocar la puerta.

1.0
Todo había acabado. No había ningún ser humano en la tierra. En la habitación, el televisor repetía películas antiguas (testimonio de la civilización extinguida). Entonces alguien tocó la puerta.



ROSANA RUFINER

Nació en Paraná, Entre Ríos. Es Profesora de Nivel Inicial. Participó en Antologías: Letras Vivas 2005, Letras Vivas 2006, en el año 2009 con el Grupo X (Grupo Literario en el cual actualmente participa) publicó La Mesa”.
Primer premio en poesía del VI Concurso Literario “El Meridiano de la Palabra” SADE Seccional Entre Ríos – Paraná, Año 2010, con su poema “Acerca/miento”.
Algunos de sus poemas han recibido menciones especiales y han sido seleccionados para participar en las Antologías de Centro de Estudios Poéticos (España). Ha participado en la revista literaria “El Escarabajo”; "La Trastienda" Fanzine; y en “Calidoscopio de Voces” Editorial Dunken.


ACERCA/MIENTO *
Rosana Rufiner ©

quizás tu voz me traiga un soplo
y el verde extinguido prenda flores
quizás la lluvia me traiga tus manos
y esa luz, se torne olvido
…………………….de los mares
…………………….de los cielos
…………………….del reflejo ausente que en el agua duerme
minúsculo astro aparente
calcina la musa lenta
…………………….y siento pájaros en los dedos
…………………   … melancolía en la piel.

quizás la mañana me traiga lunas
para recorrer la leyenda de estos pasos
quizás,
…………..me traiga también jirones
que habré de usar en las márgenes
…………………….de este otoño
…………………….con la tinta
…………………….de cada huella inventada en el hierro
que cuelga de tu espalda
y marca el sonido del tiempo.

quizás tu ágil sonrisa retorne en la pausa
de una tarde inquieta y silenciada
y las crisálidas reanimen sus ojos
para honrar nuestros besos con sus mieles
…………………….mientras trepida en el campo
…………………….un traslúcido aroma de frutos mansos
…………………….y se pierden en la sombra vacía del naranjo
que peregrina alerta este cielo
y cuenta golondrinas en ramas sospechadas.

* Primer Premio Concurso Literario de la SADE - Seccional Paraná, 2010.


LOS EUCALIPTOS
Rosana Rufiner ©

Voces a lo lejos
avizoran civilizaciones
que se resisten
a este silencio en capullo
donde persisto
entre el susurro de eucaliptus
el bullicio de chicharras quejosas
y el crujir de hojas
por algún perro que se acerca
………………………..hasta mi
sin darse cuenta
…………………..que no estoy

que me fui a soñar con la brisa
recorriendo cada una de esas ramas
que se hamacan en lo alto

que me fui hasta el río
a ese río que me eclipsa
entre sus aguas y tus ojos.

Cada vez más lejos
y este perro sigue dando vueltas
…………………………..a mi lado

quizás
………por alguna migaja que no tengo
o tan sólo por querer retornarme
a aquella civilización
que se resiste.


FRESIAS
Rosana Rufiner ©

Poder pintar fresias
…………………………en la mente
para no sentir más
que el perfume de flores
plantarse algunas en las manos
para acariciar como pétalos
y dejar otras para los pies
así uno se queda inmóvil
atado a un rústico tronco
…………………………siendo flor.



PEDRO MERINO

(La Habana, 1967). Poeta y “contador de historias”. Graduado en Ciencias Bibliotecarias por la Universidad de La Habana en 1994. Es autor de títulos llamativos como Operación “Fula”, su primer libro publicado (Premio de Novela Breve Juan March, España, 2003), los volúmenes de cuentos Pan con tomates verdes (Smashwords, 2011) y El pescador y la cámara (Smashwords, 2011), y la novela Los guapos no toman sopa (Amazon, 2011) que lo identifican dentro del realismo sucio en la literatura latinoamericana-caribeña. Sus personajes variopintos como el capitán Veitía y su ayudante Rodríguez protagonizan otras historias negras de corte policial. También es autor del poemario Ancho de colores (Amazon, 2012) y del volumen de cuentos Dientecito de leche (Amazon, 2012), de temática infantil-juvenil. Utiliza a veces los seudónimos Saulo de Tarso o Apóstol Pablo.


LA EXPULSIÓN
Pedro Merino ©

La profundidad nerviosa movía y emergía pesadas basuras por la playa. Los bancos de arenas se desmoronaban y dejaban precipicios que los microorganismos vivos y muertos subían de repente impregnados en un objeto cilíndrico, cuya masa sonaba como metal contra los caracoles y piedras, embarrado de algas.
La marea subía y empujaba, entre el agua y la arena, los restos perdidos. El objeto iba y venía de un lado a otro por su forma. Rodaba sin pararse en un lugar. Brincaba porque no se dejaba dominar después de varios siglos tragado por las arenas. Volvía a emerger por la corriente que quería echarlo fuera de su hábitat.
Silbaba por los choques con otros desechos antiquísimos. Daba vueltas y se postraba, hasta que varias olas lo impulsaron hacia la orilla. Giraba y brillaba el cobre. Las puntas de las olas tendidas no lo rozaban, mientras el viento le hacía remolinear por la superficie arenosa. Aún sin brisa se movía.
Quedaba tranquilo, pero a medida que el sol se encaramaba, un fulgor encandilaba la vista de dos pescadores.
De lejos parecía un pez, de cabeza y cola, mutilado. Tenía la aproximación a una obra de arte. Los pescadores, después de amarrar el bote al muelle, se sintieron atraídos por el objeto. La pesca fue mezquina, pero uno de ellos lo vio y lo encestó junto a los pescados. El otro no le hizo caso y le criticó la carga inútil.
Caminaron hacia el poblado, uno resignado, el otro esperanzado. Cada quien se desvió en pos de su hogar. El de la pesada carga comenzó a imaginarse el contenido del objeto, las manos no se unían al asirlo y la longitud no superaba media braza.
En casa repartió la pesca con la familia y se llevó en la jaba el objeto. En el patio lo sacó y observó un sudor ferroso que espiraba. Buscó instrumentos para deformar la estructura. Le asestó golpazos hasta dejarle chichones y abolladuras. Lo agitó con brusquedad y esta vez desde la “barriga” parecían brincar monedas o joyas. Imaginó la más ambiciosa fantasía. Pero extenuado por el hambre, postergó la manera en que haría vomitar la entraña del objeto.
Por la noche, después de la cena, miró al hallazgo que le refulgía una sombra extraña. Un gaseoso olor le hizo toser y lo ocultó en el cuarto de desahogo.
Al despertarse recordó un sueño donde, por la tarde, un galeón español había encallado en los farallones y en la orilla distinguió a mujeres y hombres harapientos, contó a varios niños, y varios cuerpos inflados que las olas reventaban contra los dientes de perros, volvían a restregarlos y un color marrón teñía los alrededores; pero vio más: unos negros con taparrabos saltaban y gritaban alrededor de los blancos, mientras un negro vestido oraba mediante convulsiones arrítmicas en el mismo lugar donde encontraron el objeto cilíndrico.
Fue hasta la playa y notó que había pescados reventados. Pensó en la contaminación del agua o que habría un tesoro en los bancos de arenas. Varios días repitió la inspección, pero no emergió nada.
Habló con un biólogo marino y le explicó que cualquier hallazgo que se descubriera, pertenecía al patrimonio nacional porque estaba en la plataforma insular del país. Que si era de valor histórico tenía que devolverlo.
Dejó de pescar. Día y noche pensaba en el objeto. Esperaba con inteligencia operarle el vientre. Consiguió una sierra. Pero los dientes del disco se le partían al más leve contacto con la piel de cobre. El motor no tenía potencia. Las huellas de los intentos por penetrarlo se pronunciaban más; sin embargo, el sonido a monedas seguía tintineando desde dentro.
Buscó un berbiquí y observó que la punta del barreno echaba un humillo y desplegaba un olor a quemado. No podía penetrar el objeto. No había forma. Seguía con los deseos. La reserva del encuentro del hallazgo la mantenía con cautela. En cualquier instante podían decomisarle el regalo del mar.
Desilusionado porque todavía no había abierto el objeto misterioso, decidió esconderlo quién sabe hasta qué día.
Pasaron años sin que supiera el secreto. El hijo mayor iba a casarse. El pueblo lo esperaba en la calle. Adentro él terminaba de ajustarse la corbata. La novia estaba sentada en el auto junto con el padre. El objeto todavía brillaba con las abolladuras y chichones. El joven lo abrazó con las manos. Lo colocó encima de las piernas, cuyos extremos sobresalían. Alzó el martillo que hizo una curva en el aire. Cayó encima del objeto el peso exacto, el golpe definitivo... La detonación rajó las paredes como un movimiento telúrico.
El amigo vio expulsar fragmentos chispeantes que le vaciaron un ojo. Con uno, y ensangrentado, observó que recogían sesenta y cinco libras de carne de ciento setenta del joven. Recordó el mediodía que pasaron por la playa y a su compañero que cargó el objeto cilíndrico sin desconfiar de la devolución del mar “atorado con parásitos en los intestinos”.


1
(del poemario Ancho de colores)
Pedro Merino ©

“Hacia aquella escoria que fue
antes alible y reposo para un estómago.”
Tú que eres lodo por la envestida
serás residuo de alimento
la herrumbre de los hornos.
Que por manchar quitaste tu existencia
parecerás un charco de tierra por agua que aniquila.
Esgrimes la vista del que espía
y tu futuro ¿cuál es?
sino el enjambre de piedras que atosigan.
Caminarán sobre ti
hoy savia
después tierra
luego
olvido.
Y tú
que fuiste la madera que flotó para salvar a otra madera encima
existirás mojada
y seca verás pasar a tu pasada vida.



FRANCISCO ATENCIA GÓMEZ

Narrador y poeta del Departamento de Sucre, Colombia. Nacido en Santiago de Tolú, cuando los caminos eran frescos y largos, cuando los frutos de los patios eran propiedad de los niños de la cuadra.
En su ciudad natal fue cofundador de los grupos literarios Atij-Uriva y Palangresueños, y de la revista Umbrales. Fundador y Director del periódico de arte y literatura Tolukalit. En 1988 se trasladó a la ciudad de Sincelejo e hizo parte del periódico de arte y literatura Mexión, y columnista del Costa Alternativa. En 1992 organizó, con otros creadores, el Primer Encuentro de Escritores y Poetas de Sucre, en Santiago de Tolú. En 1997 participó como cofundador de La Unión de Escritores de Sucre (UES). En 1999 creó, con otros amigos, la Fundación Literaria Los Sagrados Motivos. Es fundador y director del periódico de arte y Literatura Marejada. Sus publicaciones individuales han sido: Cuando los pájaros cantan, plegable de poemas en 1988; Cantos al amor y a la naturaleza, poemario, 1992; El cantar de la memoria, poemario, 1996; Palabra y Canto, poemario, 2008. Tiene inéditos libros de cuentos, de ensayos y de literatura para niños. Es reconocido como profesional del arte en Literatura por el Ministerio de Educación Nacional, con la Tarjeta Profesional del Arte, en Literatura N1 4030. En la actualidad se desempeña como maestro de escuela en el sector oficial.



DICEN QUE SOY POETA
Francisco Tomás Atencia Gómez ©

Porque le canto a la nostalgia
y a la felicidad
porque venero al llanto y a la risa
porque me gusta contemplar
el despuntar de la aurora
y porque los atardeceres frente al mar
me transportan a lugares exóticos.

Porque me gusta dormir recostado
a unos tibios senos de mujer en celo
porque aspiro los aromas
con que adornan sus cabellos
las preferidas de Venus
porque husmeo las entrepiernas
de la negra y de la blanca de la india y la mulata
de la engalgada morena y de la despampanante rubia.

Porque hago el amor sin prejuicios:
a las tres de la tarde
a las dos de la mañana
con el despuntar del alba o con el sol en el ocaso
dentro del agua
en la playa o detrás de una gran piedra.

Porque me embelesa:
el canto del turpial
del sinsonte
y el canto del ruiseñor
porque soy excéntrico
porque soy loco
idólatra o anacoreta
porque me agrada el nostálgico canto
de la suira, de la pava congona
y el canto de la paloma torcaz.

Porque monologo por los caminos
porque en ocasiones soy sonámbulo
porque me llama la atención
un rostro hermoso de mujer
y porque me gusta verme reflejado
en el cristal de sus ojos
escuchar su respiración acompasada
cuando el orgasmo
trompetero de guerra
toque retirada.

Porque le canto al cielo
tachonado de estrellas
y a la luna que me coquetea
desde su elevado trono
en el espacio cósmico.

Mientras el sol hierve de rabia.

Porque creo en el misterio
de la Santísima Trinidad
porque en ocasiones
quisiera cobijarme
con la túnica inconsútil
porque digo que la muerte
es una prolongación de la vida.

Por todas esas tonterías
algunos dicen que soy poeta.



GEMA BOCARDO CLAVIJO

Licenciada en Derecho y Diplomada en Comercio Exterior. Narradora Oral. Guiñol y Teatro. Recitales Poéticos en solitario y como parte de la Red de Arte Joven de la Comunidad Autónoma de Madrid. Miembro del grupo de cuentacuentos CuentaminaTe desde 1996.
Escribe poemas, canciones y relatos algunos de los cuales ha publicado en:
• Revistas  Literarias como Con Sabor a Delito, Trajín, Azahar, Fin de Siglo…
• En Internet:
Algunos de sus Premios Literarios:
Primer Premio de Poesía del IX Certamen Literario del Excmo Ayuntamiento de Loeches;  Primer Premio de Poesía Santa Catalina de Sena 1987; Primer Premio de Cuentos Santa Catalina de Sena 1988; Primer Finalista del II Certamen Picapedreros.


EN LA PLAYA
Gema Bocardo Clavijo ©

Un niño pequeño
dispara a su padre
con su diminuto y perfecto
dedo.

El padre cae al agua
y se levanta
de nuevo.

El niño dispara
y el padre flota en las olas
fingiendo estar muerto.

Los dos riendo.

Me aterra pensar que
quizá,
dentro de un tiempo,
ya adulto
dispare a otro
y crea aún
que es un juego.



LILIA HERNÁNDEZ VERGARA

(Santiago, Chile, 1971) Licenciada en Educación y Profesora de Castellano (UMCE). Estudió Psicología (UNED). Participó en el proyecto de investigación “La importancia de la narración en la enseñanza de la literatura y de la historia en la formación docente” en Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Caleta Olivia. Desde el año 2004 estuvo radicada en la Patagonia Argentina, donde formó parte de la Agrupación Literaria Unicornio. El 2007 se trasladó a San Juan, donde lanzó su primer libro La Carta Póstuma. Ensayo sobre las voces chilenas del suicidio (2008) Buenos Aires: Editorial Dunken, obteniendo distinción de Sociedad Argentina de Escritores (SADE-San Juan) En 2010 vuelve a Chile, donde obtiene el Premio Fondo Editorial Manuel Concha, otorgado por la Municipalidad de La Serena, lo que le permite editar su segundo libro Ficciones detrás del espejo (2011). Ha participado en Antologías, como: Plata de Luna (Puerto San Julián, 2011), Antología “V Encuentro Internacional comunitario de Escritores” (San Juan, 2009), Parque Mapocho (Santiago, 2008), La Voz de la Palabra (Madrid, 2008), Nueva Literatura Argentina (Buenos Aires, 2006), Letras Argentinas de Hoy II (Buenos Aires, 2005), Antología CD Inéditos (Buenos Aires, 2005), Qvaderns de Poesía (Barcelona, 2005), Cómplices a Media Tinta (Curicó, 2000). Tiene textos inéditos y proyectos de publicación.


SÍNCOPE  *
Lilia Hernández Vergara ©

Está pálida –pensaba– las luces tenues iluminaban su rostro. –Se ve tan bella aun en el ocaso–, entonces un aroma a flores lo inquietó. Destilaba en la habitación una mezcla entre perfume y aroma de las rosas recién cortadas del jardín, que le impedían inhalar el aire fresco de la tarde. Volvió a mirarla, le parecía que respiraba. Se quedó contemplándola mientras el sol afuera, se apagaba tras unas nubes vestidas del rojo del ocaso y de un gris de alma enlutada.
Ya no lloraba, estaba seco como un viejo árbol de otoño, aunque en su alma quedaba la hojarasca mojada. Todo pasó tan rápido. Se quedó solo, con ella. La observaba. Impávida. La besó y sintió la última humedad que se esfumaba de su cuerpo que ya comenzaba a helarse. Una lágrima rodó por su rostro lívido, sólo él pudo verla, cristalina rodaba y caía. Se acercó, estaba seguro que en su rostro rodaba una lágrima, veía sus ojos cerrados y parecían húmedos. Cuántas veces sintieron el rocío mojando sus rostros en las madrugadas cuando ocultos tras los árboles debían amarse.
Lo miraba, tantas añoranzas la embargaron que no pudo contener una lágrima y sintió un leve calor en su mejilla. Esperó. La lágrima rodó y cayó al suelo pudo oír su caída en la fría baldosa, como aquella noche escarchada en que debían olvidarse en un adiós eterno. –No podemos seguir juntos– le había dicho con los ojos llenos de amor y de olvido – cada día se hace más difícil. Y se alejaba haciendo crujir la escarcha con sus pesadas botas mientras la dejaba sola, y ella ahí parada en el frío se quedo mirándolo. Hoy estaba ahí con ella; pese a ello ¡qué lejano le parecía su rostro!, ¡qué vacío le hacía sentir su mirada!
Su cuerpo velado, cubierto con una sábana. No había nadie en aquella habitación. La atmósfera que producía el humo de los inciensos lo ahogaba y salió; afuera la niebla lo envolvía todo, miró la noche, no conciliaba el sueño y encendió un cigarrillo que le alumbró el rostro descompuesto, pero nadie se fijaba en él, ella sí, lo miraba, al menos eso creía, percibía; los demás estaban adentro, enfrascados en su propio dolor, no sabían; de pronto sintió un roce en su mano, era una brisa fría que le susurraba algo extraño.
Caminaba entre aquella gente como ida de su lázaro cuerpo, de vez en cuando un suspiro –lejano– se le oía. Lo buscó, consideró inconcebible que volviera a dejarla sola, sentía que la oscura noche ya comenzaba a pesarle en el cuerpo. Ahí estaba, fumando un cigarrillo como cada vez que algo le inquietaba, qué extraños recuerdos le afligían esta noche, tan bella a pesar del entorno fúnebre que se respiraba en aquella casa. Por qué la gente no la advertía. Se quedó observándolo, y de pronto la agonía se apoderó de su pecho henchido, sentía que no la veía, tal vez no quería que los descubrieran juntos, había tanta gente y no entendía qué pasaba. Parecía solo en el infinito y con la mirada serena, ella lo conocía bien y sabía que ocultaba su angustia, fumaba un cigarrillo y el humo se mezclaba con el vaho helado de la noche. Lo extrañaba, tantas veces fue su abrigo y su mano, su mano, intentó tocarla, qué lejos parecía todo; sin embargo algo remeció el minúsculo espacio donde se encontraba, un presentimiento y desazón se apoderó de su ser, intentó hablarle y él no la escuchaba, el vacío de su soledad la embargó absolutamente y entonces se volvió un ser totalmente perceptible.
Abrió los ojos, oscuridad, aislamiento. Dónde estaba, acaso era verdad, ahora entendía tantas cosas. Pero qué tarde se daba cuenta del motivo del adiós. Ya nada podía hacer, estaba sola y nadie la oiría. Afuera un murmullo imitaba una oración; no lograba elucidar lo que ocurría, qué calor la consumía. Intentó moverse y sólo logró un suave roce con la seda que la enfundaba entera, de nuevo procuró moverse –en vano– su cuerpo no respondía a su súplica mental. Extenuada se desvaneció sin consuelo. Nadie siquiera escuchó.
Oía sus latidos, el rumor de la seda le golpeaba las sienes. Como un enajenado intentó suspender su partida, pero sus amigos lo contuvieron –Debes resignarte, déjala partir–. Abrumado y confundido contemplaba la urna que seguía borrándose en la tierra.

* Del libro “Ficciones detrás del espejo” (2011), RPI 206.449, ISBN: 978-956-9148-01-9.
Este cuento “Síncope” obtuvo Mención Especial 2005 en Concurso “Ecos Sureños”, Caleta Olivia, Santa Cruz, Argentina. También se publicó en la Antología Nueva Literatura Argentina 2006, Editorial de los Cuatro Vientos, ISBN: 987-564-519-2



SANTIAGO SEVILLA VALLEJO

(Madrid, España, 1984). Escritor y profesor. Licenciado en Psicología y Literatura. Ha publicado la novela Año de hierro, cuentos de intriga y horror, poesías y artículos de teoría literaria. Más información en: Revista Realidades y Ficciones Nº 12 - http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2013/03/en-breve-revista-realidades-y-ficciones.html
Twitter: @Vivirdecuentos
Facebook: Vivir de los cuentos


A LA LUZ DE LAS VELAS
Santiago Sevilla Vallejo ©

…jamás la menor hermana habló palabra,
sino que, con un extraño silencio,
estuvo siempre colgada de las mías.
Cervantes. La Galatea.

Él levanta la vista, busca una piedrecita en el suelo y la arroja con buena puntería. Una mano abre el visillo y los ojitos se quedan mirándole. “Abre, mi amor”. Ella niega con la cabeza, un poco avergonzada y otro tanto divertida. “Abre, mi amor, para que pueda ver la sonrisa con la que sueño y por la que velo. Abre para que pueda verte tan siquiera un instante. No seas malvada y dame un poquito de dicha”. El visillo se queda suspenso un instante y, de un golpe contenido, se abre con la ventana. Ella hace que la oscuridad se desvanezca, él revuelve en sus bolsillos, saca un pliego y recita que sus ojos son un lago de agua fresca, sus labios la flor más roja de este monte y que ojalá su cabello fuera tan largo que pudiera subir por él. Ella se ríe como un pajarillo y se lleva las manos a la boca para que su padre no despierte.
“Sigo sin verte bien, baja, mi amor”, él implora. Ella se ríe largamente. “¡No!”, responde como una chiquilla. “Baja, te lo ruego, he caminado muchas leguas para verte y he pensado tanto en el brillo de tu rostro, pero apenas si te distingo”. “No, te digo”, replica ahora con más comedimiento, “que si mi padre nos descubre, él mismo te sube, pero a una estaca”. Él se hace el decepcionado. “Espera”, ella desaparece y regresa inmediatamente. Alimenta su mecha, él hace lo mismo y los dos se miran a la luz de las velas. “¡Qué hermosa eres, eres la más bonita de todas, tan preciosa y tan perfecta que podría estar así toda la noche o todas las noches, ardo por ti con tal fuerza que me duele verte”. Ella se sonroja y le mira con ternura. “Pero, ¿qué podemos hacer?”. “Escapémonos”. “¿Escaparnos?”. “Sí”. “Imposible”. “Mi amor, me quemo de veras por ti y, si no puedo estar contigo, me derrito. Sólo tú puedes aliviar mi sufrimiento”. “Pero, ¿cómo? Me vigilan todo el tiempo y de noche es muy peligroso”. “Eso déjalo de mi cuenta. Espérame aquí mañana, que yo vendré a por ti con todo lo necesario”. “A dónde iremos”. “A Florencia”. “¿A Florencia?”, dice ella con voz chillona. Como se oyen ruidos adentro, ella desaparece a toda prisa. Él se queda en suspenso, dispuesto a echar a correr, hasta que ella reaparece.
“Florencia. Siempre quise ir a Florencia. Es la ciudad más encantadora del mundo. Mi padre trajo bocetos en uno de sus viajes. Cada edificio está labrado con filigranas, con esos escudos de armas tan vistosos y con figurillas que parecen angelitos bajando del cielo. Las calles son todo mármol y tan perfectas…”. “Y el puente Vecchio, no te olvides del puente, ya verás cómo te gusta. Tiene aspecto de casita en el campo, parece que cualquier golpe de aire se lo pudiera llevar, como esos sitios que sólo existen en nuestros sueños. Pero, ahí está; y se funde con el agua del río, con los mil colores que visten los florentinos y con el purísimo aire que respiran. Iremos a pasear y a mirar los puestos y reservaremos. Hay un restaurante cerca que, por las noches, tiene una terraza en el puente con muy pocas mesas, sólo para enamorados. Imagina, tú y yo en el puente, en medio de Florencia, en una mesa sólo los dos, a la luz de las velas, y, de fondo, el murmullo del río”. “Ay, cuánto te quiero, no lo sabes bien, y cuánto nos vamos a querer. No puedo esperar hasta mañana para estar contigo, después de tanto anhelarlo”. Ella extiende los brazos hacia él y él hace lo mismo. Mientras sueñan que se estrechan, a la luz de las velas, ambos acaban de derretirse. Quedan dos charcos de cera en los estantes de la tienda, donde estaban hasta hace un momento los dos amantes.



RUI CAVERTA

(México D.F.) Ha publicado en diversas revistas y antologías electrónicas e impresas de distintos países como Chile, Colombia, México y España, a saber: Agitadores, Bolsa de Pipas, Cuadrivio, Katharsis, Babab y otras. Publicó el libro “Picodicciones” en 2012.


LA BANDA DE LOS CUATRO
Rui Caverta ©

El autobús venía a gran velocidad por la avenida y no parecía detenerse. Ningún problema para las cuatros personas que se tomaron con habilidad de las puertas el mismo y lograron entrar como si fueran malabaristas. Malabaristas de mal agüero. El chofer pudo leer la expresión de muerte en los cuatro. Dos con sus propios ojos y dos que entraron por detrás por medio de su espejo retrovisor. Muerte y sangre. Ahí un mal futuro.
Mientras el sudor caía por la frente del conductor, los cuatro tomaron posiciones para amagar a todos los pasajeros. Estos, claro, no se dieron cuenta pues como era normal, ¿Dónde no lo sería?, todos estaban sumergidos en las lecturas de sus libros. Cada nariz dentro de las letras y todas las columnas vertebrales sosteniendo el peso de la cabeza asomada. Uno que otro portaba un par de lentes; la continua lectura ya había erosionado su vista.
Cuatro armas, una por cada cabeza, hicieron su aparición en las manos de la intempestiva banda. Los lectores al fin levantaron la cabeza cuando oyeron el duro golpe del cañón de las pistolas chocar contra los asientos. De atrás para adelante, cada uno de los cuatro iba paseándose de arriba abajo del autobús. Su mirada delataba un ulterior propósito para los pasajeros. Hasta ese momento todos ignoraban su destino, pero el nerviosismo apareció poco a poco en todos y al final los estrujamientos de manos, las cejas sudadas y los tics nerviosos eran comunes en todos los pasajeros. Sin saberlo, compartían la lectura de la cara de los cuatro que poco tiempo antes había tenido el chofer.
Comenzaron a hacer rondines alrededor del camión. Desde adelante hacia atrás veían con ojos sospechosos a cada uno de los pasajeros y miraban de reojo los libros de cada uno de ellos. Uno de ellos se acercó a uno de los pasajeros que destacaba por sus grandes cachetes. Tomó el arma y apuntó a su cara. La cara de la víctima pasó rápidamente de la sorpresa al miedo al intento de sonrisa simpática y de regreso a las otras expresiones tan rápido que sus pómulos parecían una gran mariposa intentado levantar el vuelo de su cara; sin embargo, no lograba nada sin importar qué tan fuerte moviera sus alas.
De los labios de uno de los cuatro sólo salió la expresión. “Mala prosa” antes de disparar directo en la cara del hombre. Los trozos de cráneo y corteza cerebral mancharon el asiento de un rosa carmín adornado de pequeñas motas blancas. El cuerpo del hombre chocó contra el asiento por la fuerza del tiro y los pómulos se inflaron todavía por el esfuerzo de vida dentro del cuerpo. Poco a poco fueron inflándose y desinflándose con menor velocidad como si la mariposa en la cara del hombre se durmiera poco a poco. El cadáver se quedó quieto; muerto.
Juicios parecidos salían de los labios del resto de la banda mientras masacraban pasajeros. “Débil metáfora”, “Pretencioso”, “Asco total”, eran repetidos al ver el título de cada libro y proceder a aniquilar a los pasajeros. Al final, sólo un par quedó vivo. Al parecer, los libros eran dignos de vida. Sin esperar un alto, los cuatro miembros bajaron del autobús en movimiento y huyeron por entre la gente que iba caminando y leyendo. Por única vez en su vida, el conductor agradeció haber abandonado el hábito de leer y manejar al mismo tiempo.

II
En el escondite de la banda de los cuatro no se leía. Al menos no de manera abierta. Las horas de lectura se debían buscar en los momentos más solitarios y discretos. En el santuario del baño, cuando los otros salían por algún mandado o una pequeñez. Por cualquier cosa. Nunca se leía en grupo.

III
La sangre sigue, los disparos y las muertes en los autobuses también. La lectura pervive. Los cuatro también.

IV
El orden se rompe. Justo cuando van llegando tres de ellos, el cuarto se encuentra leyendo sobre uno de los sillones. La portada está cubierta por un guardapolvos negro para evitar reconozcan la identidad de lo que tiene en sus manos pero es tarde. Mientras que dos de ellos deciden pasar por alto todo, uno se abalanza sobre él. Hay un forcejeo desmedido alrededor de toda la casa. Los dos pares de manos se pelean el libro hasta que las hojas se desprenden del lomo y vuelan por los aires. Ahora se arrastran por el suelo. Uno por las hojas y el otro por su arma. Un duelo. Uno de ellos tiene una hoja en la mano, tirado en el suelo sin posibilidad de escapar al cañón que le está apuntando a la cara. El otro está encima de él, inundado de una marejada de sangre y con espuma bañando su mente. Se niega a ver su cara y decide cubrir su vista con la hoja para negar todo. El silencio se transfigura en norma. El otro está leyendo la hoja. El cañón no se ha movido de lugar. Los dos esperan un juicio. ¿Qué gana, La hoja o el cartucho humeante que hace soñar a las mariposas de pómulos?
Rompimiento. Los otros dos miembros llegan con la noticia. Una carta. Gobierno, iniciativa privada; lo que sea. Han sido subvencionados. Hoja, cartucho humeante, mariposa, dinero, gobierno.


GUY FAWKES
Rui Caverta ©

I
Es Verdad,
Que la realeza debe pervivir para salvar al hombre.
Santos vástagos del Sol o del mismo Jesucristo.
Y esta mano,
Tiene falanges Jacobinas.

II
Es designio,
Que un individuo no puede trastocar la sociedad,
Ni molestar a sus otros miembros.
La convivencia es lo más preciado.
Y esta mano,
Pulula vello de pantera negra.

III
Es Irrefutable,
Debe haber una pirámide.
Con altos y bajos,
Con unos privilegiados por su brillantez,
que ayuden a los desdichados inferiores.
Y estas cinco uñas,
Están opacas por un incendio en Chicago.

IV
Es Axioma,
Que unos son mejores que otros,
Que ellos son el vaho de Delfos.
Y mi tobillo,
Quiere ser Prometeo.

V
Levantemos los cuatro muñones al aire que somos libres
¡somos libres!


OPPENHEIMER
Rui Caverta ©

La lluvia de violetas pasajeras
es un rastrojo de pétalos quemados
Éste es el legado:
La sombra de alguien en cuclillas
Sobre unas escaleras.
¿Ves la carne chamuscada,
El vidrio que era arena
Y a Arjuna llorando?
Dios se hizo muerte,
destructor de mundos,
Por eso, no lo vemos.
A nuestro alrededor,
todo es descampado.



SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 58 – Septiembre de 2013 – Año IV
ISSN 2250-5385
Exp. 5054184, Dirección Nacional del Derecho de Autor (DNDA)

Propietario y Director: Héctor R. Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

Corrección general: Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina



1 comentario:

  1. “IX CONCURSO PLÍNIO MOTTA DE POESIAS”

    A Academia Machadense de Letras (Machado-MG / Brasil) comunica a realização em novembro de 2013 de seu IX Concurso de Poesias. As inscrições encerram-se no dia 14 de outubro (2013). Para receber gratuitamente o regulamento em arquivo PDF, entre outras informações, favor entrar em contato através do e-mail: machadocultural@gmail.com

    Obs (PS): O tema é livre e aberto a todos de Língua Portuguesa e Espanhola e a taxa de inscrição é de R$5,00 pode ser enviada dentro do envelope.

    Favor verificar o recebimento do regulamento em pdf e jpeg.

    OBS: ESTAREI AQUI PARA TIRAR SUAS DÚVIDAS.

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